lunes, 7 de noviembre de 2011

Mi Dulce Locura Cap. 19

Todos en el hospital, velando por la vida de Eric y Avril marchándose de ahí, sin despedirse absolutamente de nadie. Escuchaba a su corazón romperse como si fuese de cristal. ¿Por qué estaba destinada para ver su propia infelicidad? No tenía de otra que seguir viviendo en tal martirio.

Y pensar, que lo último que le dijo a Jesse fue que ella iría a ver sola a Eric, y nunca llegó. No era la culpable de irse, pero aún así, se sentía responsable por no haberle dicho a nadie, y sin dejarles de otra a sus amigos que pensasen lo peor de ella. ¿Cómo podría ella despedirse? En cuanto alguien lo supiese, sería su fin y su despedida sería mucho más dolorosa de lo que ya estaba siendo.

Se levantó con dificultad de su cama, cama dónde había perdido su virginidad con el único hombre que amaba, Jesse Adams. Acarició las almohadas en un acto de nostalgia, notando claramente la humedad de estas a causa de sus lagrimas. ¿Cuantas horas había llorado? No lo sabía con exactitud, suponía que fue desde que Jesse se marchó de su casa, y eso fue hace más de 24 horas. Sus ojos llegaban a arderle por el aún lagrimeo en sus ojos y su debilidad, parecía que sus defensas habían descendido al máximo y que su salud mental estaba fuera de órbita.

Aún en sollozos, no dejaba de lamentarse. Tomó su cabeza y esta intentó exprimirla, para obtener alguna idea de hacer esta despedida menos lamentosa. No sabía que iba a ser lo que más extrañaría: A Rose, quien solía ser su mejor amiga, pero que ahora, por un simple error, habían perdido esa valiosa amistad; A Eric, quien primero fue el chico que le gustó, luego su novio y luego su mejor amigo, quien amaba como si fuese su propio hermano; o Jesse, la persona que al principio odió, pero que lentamente caía en sus redes y en menos de lo que cantaba un gallo, ella ya se había enamorado de él.

Con los dos dedos, pulgares e índices de ambas manos, masajeaba su frente, intentando relajarse, sin embargo, lo único que obtenía era dolor. Agarró todas las fuerzas del mundo e intentó levantarse, sin ganar mucho resultado ya que no dejaba de tambalear y su cuerpo no paraba de doler. Estaba sola, con frío y con un corazón roto, no le faltaba nada más para completar lo miserable en su vida.

Entonces Avril decidió que no podría mostrarse débil, eso sería darle el gusto a su padre, y ella era muy orgullosa como para darle ese gusto. Se dirigió lentamente al baño y vio como su rostro estaba horriblemente demacrado. Respiró con dificultad y se apoyó de las esquinas del lavamanos. Bajó su cabeza y se dejó ahogar en el estante lleno de agua. Ahora estaba congelada, pero se sentía renovada; algo era algo. Al ver su maltratado reflejo en el espejo, vio más allá de este y se dio cuenta de que su mochila aún guardaba su estuche y sus cuadernos. Esto le dio la brillante idea de despedirse de la forma antigua más dulce del mundo, a través de una carta.

Mientras tanto, Rose sostenía impacientemente la mano de su amado secreto, nada más ni nada menos que su propio hermano, Eric. "Yo a ti te amo" Quizá no fue enserio, o a lo mejor se refería a la hermandad, pero después de todo, eso dijo y no bastaba de más para darle un respiro al corazón de Rose. Aún sonreía al recordar sus dulces palabras, y su dolor al recordar la forma en la que se encontraba, cubierto de sangre y múltiples heridas. ¿Por qué lo habría hecho? Eric nunca ha sido de esos chicos despreocupados de la vida, al contrario, siempre se fijaba en cada pequeño detalle ya que siempre era muy prudente al hacer sus cosas. Algo no le calzaba en esa historia.

En momentos así, recordaba a Avril. ¿Se habría portado muy mal con ella? Obviamente sí. Pero es que Dios... ¡era Eric de quien se hablaba! ¡La única persona que necesitaba a su lado para poder luchar con el día a día con ese cruel mundo que la esperaba para torturarla! ¿Por qué las cosas debían ser así? Sí, sabía que para el amor hay que hacer sacrificios, sin embargo, pensaba que el destino no estaba de su lado y eso la perturbaba. Solamente lo quería a él de su lado, ¿acaso era muy ambicioso ese deseo? No lograba contestarse y su corazón cada vez más moría con el tiempo que él no estaba allí, besándola como se supondría que en una película pasaría, y esto lo que vivía, no era una película.

En cuanto sus ojos voltearon a ver a otro lado, se dio cuenta que no estaba sola en el cuarto, pero... ¿cómo lo iba a saber? Ese hombre sabía escabullirse entre el silencio. Lo contempló con mucho respeto y se dio cuenta de la clase de persona que era, y era una pura. De inmediato, soltó delicadamente la mano de Eric y se dirigió hasta él, dando pasos lentos pero confiados. Y de un segundo a otro, Jesse ya estaba siendo ahogado en el fuerte abrazo que Rose le daba.

-No tienes ni idea de lo que significa para mí que estés aquí- dijo apunto de estallar en llanto, sin soltarlo ni un momento de sus brazos.

-No te preocupes, mi lugar está aquí, con mis amigos- contestó dulcemente, y aceptando por completo el reconfortante abrazo que Rose le daba. Al rato después se separaron, regalándose entre sí una hermosa sonrisa que mostraba una emoción "afecto"

Jesse se acercó más hasta la camilla donde Eric dormía y tan solo se quedó allí, observándolo. Se notaba en su mirada que aunque hubiesen discutido por la misma chica, él si estaba muy afectado con el accidente de este, después de todo, se conocían desde ya hace muchos años atrás.

Mientras que Rose se sentaba al otro lado de la camilla de Eric y le miraba preocupada y ansiosa por saber algo.

-¿Avril no ha venido contigo?- pregunta ansiosa.

-No, pensé que estaría aquí porque... bueno ella me dijo que estaría aquí.

-Quizá se tardó y eso es todo.

-Si... espero que haya sido eso.- dijo algo intranquilo.

"¿Por qué le habría mentido?" Cuando se trataba de temas serios, ella no tardaba en llegar y al parecer no ha aparecido hace más de dos horas. ¿Por qué? se preguntaba constantemente. Tantas preguntas revolcándose en su mente y sin ni una sola respuesta, de hecho al contrario, hallaba menos posibilidades de encontrar alguna respuesta. Solo algo tenía claro, lo había engañado.

Ya una hora y media pasadas, Jesse decide irse e ir a averiguar que ocurría con Avril. Tomó sus llaves y las posicionó en una postura para arrancar. Algo no estaba bien, lo sentía en su ser. Las frías tardes de Invierno por lo general eran algo inestables, pero ese día, algo había pasado, algo raro que provocó vientos cálidos. Deseaba que todo estuviese bien, después de todo... jamás se perdonaría si perdía a Avril. Intentó conducir más rápido, incluso estando en una calle donde siempre había tráfico, pero eso no lo detendría jamás.

Treinta y cinco minutos, al fin se encontraba a una calle de distancia de la casa de Avril, pero observaba claramente que habían dos personas sacando maletas al auto, como una mudanza. "¿Una mudanza?" Se repetía constantemente en su cabeza. No era posible que se estuviesen marchando. Intentó reaccionar y decirse a sí mismo que quizá era tan solo su distorsionada mente. Detuvo el auto ahí mismo y bajó técnicamente corriendo hasta donde se encontraba Avril.

Esta se encontraba con un pañuelo, limpiando las lagrimas que no dejaban de salir y que parecía que guardaba un inmenso dolor, se le notaba en sus ojos que en vez de estar claros, estaban oscuros, al igual que la imaginación de Jesse. Éste se acercó más hasta ella, y de una mano le tocó el hombro. El cuerpo de Avril reaccionó inmediatamente al sentir esa presencia masculina sobre ella. Ella se levantó y él a través de sus ojos pudo notar que algo no estaba bien, y eso le perturbaba.

-Avril, amor... Dime qué ocurre- preguntó desconcertado.

-Me voy.- dijo desmoronándose en un mar de lagrimas.

-No... tú no te puedes ir. ¡No!- le gritó Jesse, sacudiendola un poco pero sin ser violento. Sus ojos oscuros oscurecían más por el dolor que esas dos simples palabras le causaron, literalmente una muerte sentimental.

-Yo no quería, pero... estoy obligada a hacerlo. Lo siento- dijo sollozando, acariciando el demacrado rostro de Jesse, que muy pronto harían un complot frente a su amada.

-No, por favor no te vayas. Quédate conmigo. ¿Qué pasará de mí, si tú no estás?- le preguntó cada vez más hecho pedazos.

-Estarás bien- responde Avril con ternura, mirándolo con mucho amor y cariño, sin dejar de acariciar el pálido rostro del que pronto su sería, un ex novio.

-No, Avril... no te dejaré marchar, no.

-Sé que algún día, todo estará bien, y cuando eso ocurra; estaré feliz de ver como estás nuevamente bien.

-No, Avril, no digas eso.- le rogaba piadosamente.

-¡Avril, ya nos vamos!- oía una voz masculina gritar, el padre de Avril.

Esta mira con desprecio a aquel hombre mientras que a Jesse, le mira con una inmensa nostalgia que era imposible de esconder.

-No quiero decir adiós- dijo Jesse, en susurro.

-No debemos decirnos adiós, ¿qué tal un: "te veré luego"?- dibuja una rota sonrisa sobre su rostro.

-No te olvidaré, jamás. Lo prometo- dijo Jesse en un dejo de confianza liberándose de su fría cubierta orgullosa. Ya no tenía nada que perder.

Los ojos de Avril desprendieron dulzura y estos de inmediato le transmitieron un mensaje oculto a Jesse, que tan solo ellos entenderían. Ésta elevó los pies y deslizó suavemente sus dedos sobre el formidable pecho de Jesse, enredándose poco a poco en su cuello, sin dejarle escapatoria. Ambos se acercaron más y se plantaron un beso raramente lindo. Era como si el beso dijera "Te amo" pero que también contagiaba tristeza y un sentimiento que probablemente los acompañaría hasta el resto de sus días. El beso tardó su buen rato antes de ser finalizado. Entonces, Avril no fue capaz de mirarlo más y corrió hasta el auto de su padre quien la esperaba con las puertas abiertas. De inmediato el auto se puso en marcha, y acompañado con la atormentada lluvia que se esperaba. Jesse sin saber qué hacer o pensar, tan solo se mantuvo parado debajo de esta, sin intentar protegerse contra la lluvia. Vio el auto negro partir y con este, la única persona que había amado con toda su alma. Observaba a Avril desde el reflejo del vidrio de la parte trasera del auto, algo impulsó a Jesse a correr a seguidillas de ésta. Con las ganas de gritarle tan solo una cosa

-¡Avril...!- fue lo último que gritó antes de que el frío sentir de su cuerpo, lo congelase por completo. Ya había cerrado una época en su vida, y sin embargo, había una herida en su corazón que lo seguiría para siempre, el recuerdo de un amor perdido.
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Ufff ¿triste no? Bueno, esto debía pasar, lo lamento e.e Ahora estoy con la duda de cerrar aquí esta temporada o seguirla. Quiero intentar terminarla lo más pronto posible para seguir con las demás series, que quizá ya muchas personas olvidaron de cómo era.
Bueno, eso... Espero que les haya gustado este cap C:

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