miércoles, 30 de noviembre de 2011

Luz de mis Ojos //7º Episodio// {Prófugos de la Noche}

Su esplendida sonrisa juguetona había sobresalido de su rostro sin querer, y era de esperarse, Hermione se sentía la mujer más feliz del mundo. Hacía una semana se veía a secreto con Severus, yendo a su oficina todo el tiempo que le era posible. Ella había salido de los estribos, parecía que su fantasía más perversa se estaba cumpliendo, y le fascinaba. Hermione no se reconocía así misma, estaba haciendo todas aquellas cosas que nunca creyó que ella pudiese hacer, pero que en el fondo, siempre deseó cumplirlas.

Severus por su parte, se había sentido lleno de vida, como nunca antes se sintió en la vida. Se sentía como un chiquillo de 14 años; distraído, con mariposas en el estomago, queriendo gritar todo el tiempo. Todo lo que exasperaba con ansias, era decirle a todo el mundo que amaba con locura a tal chiquilla de cabello ondulado y rebelde, ojos marrones que podían llevarlo a la luna, sus rosados labios que cada vez que veía era un manicomio sabiendo que estaban tan cerca de él, pero que él no podía tomarlos cada vez que se les plazca, debía controlar sus impulsos, y dejar a esos labios respirar; aunque le costase un mundo, no poder besarlos todo el tiempo que estaban vivos.

Nadie sospechaba sobre lo que sucedía, excepto los que contaban. A pesar de que Harry y Hermione hayan prometido contarle a Ron que Hermione amaba a Severus, se les hacía difícil, ya que Ron siempre fue algo sobre protector con ella. Era algo difícil de ocultárselo, sobre todo cuando Ron era como un hermano para ella. Dumbledore, estaba más raro de lo usual, estaba más inquieto, y eso no era bueno. Draco había desaparecido, nadie sabía nada de él y a Hermione le hacía sentir mal.

Hermione necesitaba saber siquiera que Draco estaba bien, se sentiría demasiado culpable si se enteraba que Draco estaba mal. Vivía con ese ligero temor, sin querer demostrárselo a su novio, aunque éste si se daba cuenta de su preocupación.

Mientras que Hermione se encontraba sonriendo, ordenando el despacho de Severus Snape, sintió como un vidrio se rompía. Esto causó un inmediato temor en Hermione, ya que se encontraba sola, y el sonido fue lejos de donde estaba ella. Decidió sacar la varita que estaba dentro de uno de sus bolsillos y caminar hasta donde había sentido el vidrio romperse.

Sus pasos eran poco confiados, y muy asustadizos, sabía que algo estaba mal. Su rostro se puso rígido al ver como una nota estaba dentro de una botella de vidrio, sorprendentemente no rota. Miró desconfiada a su alrededor para asegurarse de que estaba sola y luego se arrodilló frente a la botella, examinándola pacientemente. Decidió no darle más vueltas al asunto y sacar la nota que estaba dentro. Abrió la nota rápidamente, y se espantó al ver el mensaje de la carta. “Ven al bosque prohibido, ahora” Era lo único que decía, escrito en pergamino ordinario, pero con una fina escritura que solo ella reconocería a simple vista.

Ni siquiera lo había pensado dos veces y se había dado cuenta que estaba fuera del castillo de Hogwarts, debía darse prisa antes de que supiesen que estaba fuera del castillo a las 9:30 de la noche. Caminó lentamente, pronunciando el hechizo de Lumos para poder ver por donde caminaba, ya que no se veía ni un solo rastro de luminosidad al interior del bosque.

Todo lo que se oían, era el sonido de las ramas romperse a medida que Hermione caminaba inseguramente alrededor de la Alameda de árboles. Ya había caminado por un largo rato y Hermione, frustrada al no haber encontrado nada, decide detenerse y mirar alrededor para asegurarse que no había nada ni nadie. Entonces decidió caminar de regreso al castillo.

Pero fue entonces que una luz comenzaba a iluminarse no muy lejos de donde estaba, entonces, Hermione decidió correr hasta tan preeminente luz. Sus pasos eran largos y seguros, no como antes, ella sabía en el fondo que hacía lo correcto al dirigirse hasta esa luz, sabía que era algo bueno. Lo sabía desde el fondo de su corazón.

Para cuando ella había llegado, la luz ya se había apagado, y Hermione estaba mucho más frustrada y triste que antes. Pensó que quizá tan solo era una alucinación, un sueño, por lo que decidió irse al Castillo, con su amado Severus. En cuanto había dado un paso delante de un árbol, sintió una respiración, conocida para ella, chocando con su rostro.

Hermione, atemorizada, volta inmediatamente a ver de quien se trataba, alzando su varita en postura de defensa. Parecía que su corazón estallaría de felicidad, ya que viendo a Draco Malfoy, allí, frente a ella, era todo un milagro.

-¡Draco!- exclamó Hermione, muy emocionada, abrazando fuertemente entre sus brazos, apunto de llorar a causa de la emoción.

-Ouch, Hermione cuidado.- dijo entre carcajadas, separándose un poco de ella, mostrando perfectamente su cuerpo plagado de heridas resecas. Esto alteró a Hermione.

-¡Pero Draco, qué te ha pasado!- gritó horrorizada, siendo callada inmediatamente por Draco, poniendo este su mano en la boca de Hermione, impidiendo dejarla hablar más.

-¡Shh… cállate! No quiero que descubran que estoy aquí.- dijo algo inquieto, viendo a su alrededor.

-Lo lamento…- le contestó mostrando una sonrisa ingenua. – ¡Dios  es tan lindo volver a verte!..- contestó finalmente Hermione, volviendo a abrazarlo.

-Lo mismo digo.- dijo Draco, aceptando felizmente el abrazo que Hermione le ofrecía.

       Una sonrisa juguetona se había escapado de los labios de Draco, sin que Hermione se hubiese dado cuenta ya que estaba de espaldas. A Draco no le importaba sus heridas ardían ese momento que abrazaba a Hermione, simplemente la quería sentir cerca de él, quería estar cerca de tal mujer que eternamente amaría, pero que jamás en la vida tendría.

Su enamoramiento había sido un error, y lo sabía con exactitud, pero ahora tan solo seguía seguir con el error, porque él no estaba dispuesto a dejar de amarla. Antes, prefería estar muerto, diez metros bajo tierra, pero no imaginaba la vida sin Hermione de su lado.

Ambos se sentaron debajo del árbol, y Draco, sin permiso alguno, decide acomodar su cabeza sobre las piernas de Hermione. Las manos de Hermione actuaban por voluntad propia, acariciando su cabello, dejándose llevar por la magnitud del momento. Estaba feliz de tener de vuelta a Draco que ya no le importaba lo que sucediera ahora.

-Draco, necesito saber en dónde te habías ido y por qué.- Preguntó Hermione, en un tono triste y preocupado, sin dejar de acariciarle el cabello.

-Necesitaba aire, debía salir de aquí. ¨Sé que me entiendes.

        Y tenía razón, Hermione entendía perfectamente el punto donde Draco quería llegar. Algunas veces el ambiente era asfixiante y se necesitaba respirar nuevamente, para poder volver a seguir adelante con la vida que les había tocado.

-¿Volverás a irte?- preguntó Hermione.

-Lamento tener que decir que sí, pero debo irme, no por mí, es mi deber marcharme de aquí.

-Pero… ¿volveré a verte?

-Ven un rato a mi hogar, luego te vendré a dejar yo mismo en mi escoba, para que Severus sepa que soy un buen amigo.- dijo en un tono de broma, guiñándole el ojo, provocando una ligera risa en Hermione.

-No sé si debería, pero bueno…- ambos se levantaron del frío suelo, y se miraron fijamente a los ojos, sin que Hermione dejarse de sonreír.

-Bien, toma mi mano. Daremos un paseo.- dijo Draco, en un tono sumamente amigable, ofreciéndole su mano.

A la vez que los delicados dedos de Hermiones habían rozado la mano de Draco, ambos habían desaparecido del bosque. Draco poseía un transportador de su parte, algo que lo dejaría inmediatamente en el lugar donde deseaban ir. Pero Hermione nunca imaginó lo que estaría apunto de ver en ese momento.

Mientras que en Hogwarts, alguien estaba muerto de curiosidad por saber donde estaba su amada, Severus. Se suponía que se iban a ver en su despacho hace ya bastante tiempo. Caminaba en círculos, sus gotas de sudor caían al suelo provocando gran magnitud en los oídos de Snape. “¿Dónde se habría metido?” No lo sabía, siquiera necesitaba saber si estaba bien, pero ni siquiera eso sabía. Se le había cruzado la idea que quizá se había quedado dormida, o quizá estaba con sus amigos, pero la verdad ya daba pena buscar ideas de donde estaba su amada. Tan solo bastaba que ella supiera que él jamás le fallaría.

Hermione y Draco habían llegado a una choza bien alejada de donde estaban antes, bien alejada de la civilización. Estaba apenas manteniéndose, y Draco había estado viviendo allí desde que su padre fue encarcelado en Azkaban, hace ya unos meses atrás. Hermione miraba con compasión la casa de su amigo, sin dirigirse la palabra en ni un momento. Draco había comenzado a caminar y a Hermione no le quedaba de otra que seguirlo.

Entraron a la choza, y prácticamente ésta estaba vacía. Simplemente había un colchón en el suelo, con unas cuantas frazadas desordenadas sobre ésta. Hermione seguía hasta en lo más mínimo a Draco, entonces se sentaron sobre el colchón, que justamente daba la vista de una ventana, que reflejaba la oscuridad de la noche con algunos espacios luminosos, que solo las estrellas brindaban.

Draco miraba la noche como si fuera lo más importante en ese momento, como si nunca jamás la volviese a ver. Hermione se daba cuenta de esto, y con el paso de los segundos, se impacientaba más por la actitud extraña de Draco.

-Draco.- Escuchó Draco, su propio nombre en voz de aquel mujer que consideraba ángel guardián. – ¿Sucede algo?- preguntó Hermione, preocupada.

-¿Qué?- miró atemorizado los ojos de Hermione, rápidamente cambió su actitud, y poso una sonrisa rota sobre su rostro, ocultándola de Hermione. –No pasa nada, chiquita.- contestó en un tono de consuelo, acariciando el mentón de Hermione.

-Estás actuando muy raro Draco, ¿estás seguro que no pasa nada?- preguntó desconfiada de la respuesta de Draco.

-Si… es solo…- en el momento que Draco quiso terminar la frase, y miraba el suelo, se dio cuenta como la suave mano de Hermione se posaba sobre la de él. Inmediatamente la vista de Draco se elevó y se encontró con la mirada piadosa de Hermione, que tan solo quería saber por qué Draco actuaba así. De la nada, lagrimas brotaron de los ojos de Draco, esto preocupó mucho más a Hermione.

-Draco, por favor dime qué ocurre.- le rogó Hermione a Draco, para que le confesara su problema.

-Me odiarás después de hoy, lo peor de todo, es que si tendrás razón para hacerlo.- dijo temeroso, incapaz de levantar la mirada.

-¿Qué? Claro que no, dime qué ocurre.

De inmediato, Draco se levantó del colchón, sacando de la nada su varita, apuntándola contra Hermione. Hermione abrió la boca estupefacta, sin poder creer lo que Draco estaba haciendo. Draco le miró sollozado, con una gran pena interna que se podía notar a través de su mirada.

-Draco, no…- le rogó Hermione, asustada.

-Petrificus… totallus.- un segundo después, y Hermione estaba congelada, acostada sobre el colchón. Draco tomó rápidamente el cuerpo de Hermione, susurró el nombre de un hechizo y desapareció de la choza, junto a Hermione.

En una pesadilla, había despertado Severus. Todo su cuerpo sudaba y su corazón latía cuan loco. Estaba preocupado y atemorizado, y la primera persona que se le apareció en la cabeza fue Hermione, aún no aparecía, y ya comenzaba a desesperarse. Se vistió rápidamente con su bata y se dirigió hasta el despacho de Dumbledore.

Dumbledore había elevado su mirada, con una mirada curiosa, preguntándose que hacía Severus ahí, entonces ya sospechaba de algo, Hermione Granger.

-¿Qué sucede Severus?- pregunta el anciano, con una expresión impaciente.

-Granger, no está en el castillo.

-¿Cómo que no está? ¿Buscó por todas partes?

-Pues si, incluso revisé los mapas del merodeador y nada. Dumbledore, debemos encontrarla.

-Está bien hijo, cálmate. La buscaremos.

Una hora había pasado y aún no lograban nada. Severus estaba completamente fuera de sí, estaba hecho una bola de nervios. Hermione no aparecía en ni un lado, pero Dumbledore le mandó a sus colegas presentes en los cuadros, para que avisaran que una alumna había desaparecido en el castillo.

Dumbledore le aseguraba a Snape que Hermione estaría bien, pero éste no creía mucho en su palabra. Entonces, una vaga idea había pasado por la mente de Dumbledore, algo que quizá funcionaría.

-Malfoy.- comenzó a hablar Dumbledore, después de vario rato sin hablar. Severus inmediatamente miró a Dumbledore, curioso.

-Pero… Malfoy había desaparecido hace unos días atrás, nadie ha sabido algo de él.- contestó Severus, intentando negarle tal idea a Dumbledore, aunque si podía tener sentido.

-Es por eso mismo que lo creo, Severus. La señorita Granger es amiga de Draco, la única amiga que le queda, aunque Draco tenga otras intenciones con Hermione.

-No, es imposible. Draco ya no quiere a Hermione, ella solo fue un pasatiempo para él.- contestó fuertemente Severus, apoyándose de su idea.

-¿Es eso lo que en verdad cree, Severus?.- preguntó Dumbledore, con una sonrisa ingenua.

Severus no tardó en pensarlo bien. Él sabía perfectamente que el amor de Hermione estaba en disputa entre él y Draco Malfoy. ¿Cómo no lo había pensado antes? Aún recordaba la noche cuando se dio cuenta que Draco amaba a Hermione, hace unos dos años atrás, en la noche del baile.

Flashback

Era la noche del baile, y todos los de Hogwarts disfrutaban de la ceremonia que se llevaba acabo, excepto dos personas. Draco había sido castigado al haber embrujado a una alumna de Ravenclaw. Severus decidió hacerse cargo de él, total, todas sus noches eran iguales, sin nada que hacer.

Severus decidió darle una tarea sencilla, algo rápido para que pudiese disfrutar algo de la Fiesta. Habían estado en el despacho de Severus, y Draco con suerte sostenía la pluma, se notaba deprimido, sin ganas de nada. En el fondo, Severus sabía que se arrepentiría de preguntarle, pero al fin y al cabo, él era responsabilidad de él mientras no estaban sus padres.

-¿Sucede algo, Malfoy?- pregunta sin mayor asomo, sin despegar sus ojos del libro que leía.

-Nada que le importe, Snape.

-Bien…- contestó finalmente Snape, sin mayor sentimiento. Entonces sintió el sonido del suspiro de Malfoy.

-Es sobre una chica… me tiene loco.

-Que nauseas me das.- contestó haciendo una mueca. -¿Cómo es? ¿Y de qué casa?

-Es de Gryffindor…- baja la mirada –Es inteligente, sensata, seria, rebelde, seguida de sus ideas…

-No puedo creer que decepciones a tu familia enamorándote de la Sangre Sucia de Granger.- contestó con el mismo sentimiento de antes.

-¿Cómo supo…?

-Tan solo tengo una alumna inteligente en mi clase. Pero créeme, Granger jamás se fijaría en ti después de todas las cosas que le hiciste sufrir.

Fin Flashback

Realmente nunca supo porque no les dio las chances a Draco para que luchase por Hermione, al fin y al cabo hubiesen hecho linda pareja, pero no soportaba la idea de ver a la mujer que amaba con otro hombre. Nunca negó que fue egoísta en ese aspecto, pero en la guerra y en el amor todo valía.

-Debemos hayar a Malfoy.- contestó Severus, decidido totalmente de sí. –Si encontramos a Malfoy, encontramos a Hermione.

-Bien, pero necesitaremos la ayuda de Potter en este caso.

Severus hubiese dicho que no en cualquier forma, pero sabía que Harry era el mejor amigo de Hermione y podría ayudar mucho en la búsqueda de ella. No tenía de otra que tragarse su orgullo y pedirle ayuda a Harry –Bien, lo llamaré.- gruño enojado, y se marchó pesadamente del despacho de Dumbledore.

Hermione miraba perdida su alrededor, todo le daba vueltas y en cuanto quiso mover un músculo, se dio cuenta que no podía al verse encadenada en un calabozo. Se sentó inmediatamente, asustada, comenzando a gritar ayuda, pero nadie aparecía. La angustia se apoderaba de su cuerpo y comenzaba a perder la esperanza.

Estaba totalmente sola, asustada y con el gran sentimiento de culpa al haber ido con Draco, sabiendo que no era completamente de fiar. ¡Dios, había sido tan ingenua! Solo ella confiaría en quien la odiaba hace poco y que al parecer por acto de magia, la amaba de un día para otro. Tenía ganas de llorar y gritar, golpear a Draco y luego no volver a verlo jamás en la vida.

Ya había pasado un rato totalmente sola, naufraga en sus pensamientos sin hallar salida alguna del dolor del que sentía. Necesitaba a Severus más que a nada en esos momentos, por último si estaba cerca de morir, decirle cuanto lo amaba, pero cada vez más se sentía más sola. Entonces, sintió voces masculinas en la parte superior del calabozo, levantó la mirada curiosa y temerosa al mismo tiempo.

-¡Vaya, vaya! Miren a quien tenemos por aquí. No es nada más ni nada menos que la mejor amiga Sangre sucia de Potter, Hermione Granger- mofó el nombre de Hermione, haciéndola sentir humillada.

-Pronto vendrá Harry, Lucius, y cuando lo haga, te arrepentirás de haberme hecho esto.

-¿Qué?- sonríe maliciosamente, soltando unas carcajadas en tono de burla. –¡Pero si yo no te he metido en este calabozo! Fue él.- de la nada, sacó a Draco de las sombras, agarrándolo del pollerón que llevaba puesto.



Hermione lo vio decepcionada mientras que Draco le miraba avergonzado de si mismo. Se sentía demasiado culpable como para decirle algo.

-Además.- prosiguió Lucius –En cuanto Harry ponga un pie aquí, ambos estarán muertos. No en mis manos, no, sino que en las manos del señor tenebroso.- contestó finalmente Lucius, riendo implacablemente, dejando a Hermione completamente atemorizada. 

viernes, 25 de noviembre de 2011

Business of Misery “Episodio 3” {Sueños reprimidos de la Adolescencia}

Ok, antes de que lean el capítulo, tengo una duda. ¿Acaso ya no les gusta mis series o qué? ¿Acaso tan mal escritora soy? Saben, me frustro un poco al notar que a nadie le llame la atención las entradas. No quiero tener wow miles de comentarios, pero si me gustaría tener algo de consideración. Siento que pierdo el tiempo escribiendo, aunque a mí me guste hacerlo u.u
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El corazón de Demetria no podía latir normalmente, no teniendo a tal maravillosamente guapo hombre tan cerca pero a la vez, tan lejos de ella. ¿Por qué la habría llamado? ¿Habría algún problema con ella? No tenía ni la menor idea, pero teniendo al mísmisimo jefe suyo, Nicholas, a solo dos metros de distancia de ella, le desmoronaba por dentro. Sus ojos eran tan fríos, distantes pero de alguna forma, sabía que él había sufrido mucho en su vida. La gente amargada era así por una razón.

Contempló su postura fría, mientras revisaba su expediente. Mordió su labio inferior mientras examinaba el entorno. La oficina de Nicholas, era inmensa, podría ser más o menos del porte de su departamento. Sus inquietas manos jugaban con su cabello castaño claro, recién teñido. A veces elevaba la mirada para contemplar a tal figura que estaba frente de ella, pero solo veía la frente arrugada seria de Nicholas.

Diez minutos habían pasado, diez largos minutos en silencio y de la nada, Demetria tan metida dentro de sus pensamientos, mueve inconscientemente su pierna, asustada al oír tan gruesa voz, salida del hombre que comenzaba a atraerla.

-Pues todo parece perfecto en tu historial.- dijo Nicholas, en un tono frío y distante, sin salirse de las barreras profesionales.

-¿Así? Perfecto... entonces, ¿puedo irme ya...?- dijo algo nerviosa, parándose de su silla.

-Espera.- contestó parándose de su silla, deteniéndola con el brazo, algo que sorprendió profundamente a Demetria.

-¿Necesita algo señor?- preguntó curiosa.

-Solo tengo algo que decirte. Mi asistente renunció y en vez de tomar el cargo de ejecutiva, necesito que tomes el de ella. Es un puesto más importante que ese, y podrás tener más dinero.

-Ok, me parece bien.- le devuelve una sonrisa cálida. -Bueno... ¿qué necesita ahora, señor?

-Necesito que me traigas una Latte con 5 cucharadas de azúcar, por favor.- le pidió amablemente con una gran sonrisa sobre su rostro.

-Enseguida señor.- hace una semi reverencia ante él y sale del despacho de Nicholas.

Nicholas veía cada detalle de tal mujer, en verdad era hermosa, pensó él. Se quedó acariciando su barbilla por un rato, pensando en ella. Se notaba que no era de nobleza, pero si que era de belleza. Era difícil pensar que era hermana de Miley, no lograba captar esa información. La duda le atormentaba desde lo más profundo del corazón, esa ligera inquietud de saber si estaba o no cerca de la persona que tan solo quería encontrar, era mucho más fuerte que su fuerza de voluntad.

Sin darle más vuelta al asunto, decidió buscar el nombre de su ex amante en el expediente de Demetria, a través de la computadora. Buscó impaciente pero a la vez muy pacientemente la búsqueda de ésta persona. Sabía que éste podría ser el fin o el comienzo de algo, y debía estar seguro de lo que se vendría. Por un rato pensó que quizá era tan solo una locura, provocada por su desesperación, pero en cuanto vio una foto de esa persona inolvidable para él, sabía que no podía ser una coincidencia, efectivamente Miley y Demetria eran familiares, de hecho, eran hermanas.

Contempló la fotografía de su amada no tan secreta por un rato. Ella lucía tan hermosa, incluso más que antes, con una gran y hermosa sonrisa sobre su hermoso rostro color de un atardecer. Amaba esos ojos verdes de ella, sentía como se perdía en ellos, era una total locura, pero él jamás se olvidó de ella. Lo había dejado, se había burlado de él, lo había humillado, le quitó el poco amor que se tenía por sí mismo, y era absurdamente increíble que él aún la amara. Debería estar enfadado, y lo estaba, es solo que también la amaba al mismo tiempo. ¿Quién lo entendía?

Se movió bruscamente al oír la puerta abrirse, se sobresaltó pero se relajó al ver que se trataba de Demetria. Suspiró y posó sus brazos detrás de la nuca, dejandole la entrada libre para que pusiese su Latte sobre su escritorio. Demetria posó delicadamente el Latte y se volvió a posicionar detrás delante del escritorio de Nicholas. Ella le miró compasivamente y posó su vieja sonrisa sobre el rostro. Parecía que jamás dejaba de sonreír.

-¿Necesita algo más señor?

-Si, solo una cosa.- le mira serio -Tutéame, no me gusta sentirme como un viejo delante de tanta hermosura.- elevó una de sus cejas, sonriéndole seductoramente.

Demetria no hizo más que sonreír complacida y apoyar sus manos sobre el escritorio de Nicholas. Dios, ese hombre la estaba volviendo loca.

-Como diga, Nicholas.- terminó de sonreír lentamente y caminó lenta pero sensualmente hasta llegar a la puerta. Abriéndola con mucha paciencia, saliendo como mucha pereza.

Nick dio vuelta la silla y miró la ventana que estaba detrás de él. Era igual de seductora que su hermana, ambas tenían gran belleza, solo que distinta. Sin querer, se la había salido un suspiro y una sonrisa macabra tras recordar a ambas juntas. Sabía que Demetria iba a llegar a formar parte del corazón de Nicholas.

-Así que Demetria es la hermana de Miley...- dijo hablando solo, con una placida sonrisa aún posada sobre su divertido rostro -Quién lo diría, esto será divertido.

Lo cierto era que, a pesar de tener muchas amantes, que duraban tan solo dos meses, él casi nunca había sido infiel. Pero ahora, creía que ya era hora de soltar algunos sueños reprimidos de la adolescencia y comenzar a jugar un poco y el primer paso de ese "pequeño jueguito" era hallar a Miley, con la ayuda de Demetria.

Mientras tanto, Demetria leía con mucha atención las planillas que le había pasado Nicholas hace un rato atrás. Hay salían todos los datos de Nicholas: enemigos, alimentos, pasatiempos, datos simples y curiosos. En resumen salía todo sobre Nicholas.

Tan metida con la lectura, no alcanzó a mirar delante de ella y darse cuenta que iba a tropezarse con un compañero de trabajo. Pero al parecer no había sido totalmente su culpa, este otro chico también estaba algo distraído. Y al ser el cuerpo del chico el más pesado, cae encima de Demetria, demarrando todo el café que tenía entre dedos.

Demetria gritó del dolor a causa de la quemadura del café caliente. Ambos se dirigieron una mirada de odio y Demetria en menos de un segundo ya estaba corriendo lejos de aquel torpe muchacho que le derramó el café encima.

Decidió acelerar cada vez más para poder llegar luego al baño de mujeres y mojarse con agua helada la parte del pecho que le ardía con furor. Todo lo que pensaba ella era lo torpe que fue el chico, digo, sabía que había estado distraída pero hubiese sido menos notable que el de su distracción.

Se refrescó varios minutos con el agua, incluso alcanzó a arreglarse un poco pero en cuanto la idea de no tener la carpeta que le había entregado Nicholas no estaba alrededor. ¡¿CÓMO PUDO SER TAN TORPE COMO PARA OLVIDARSE DE LA CARPETA DE SU JEFE?!

Abrió los ojos como plato y salió rápidamente del baño, encontrándose con unos enormes ojos marrón delante de ella. Ojos que mostraban incredulidad y desafío. Tuvo que zafarse rápidamente de la presencia de ese chico para darse cuenta de quien se trataba. El imbécil que la quemó.

-¿Qué quieres?- preguntó molesta -¿Acaso piensas quemarme nuevamente o qué?- preguntó nuevamente con la misma molestia, cruzando los brazos.

-No, claro que no.- sonríe algo avergonzado y saca detrás de su espalda, la carpeta que Demetria creía perdida. -Creo que se te quedó esto.

La expresión de Demetria había cambiado de inmediato de ser molesta a ser agradecida. Le sonrío felizmente a este chico y le robó delicadamente la carpeta, sin dejar de mirar esos ojos marrón que ya le estaban fascinando. -Cielos... muchas gracias, no tengo idea de que hubiese pasado conmigo si la pierdo.- confesó apenada.

-Si ya me lo imagino.- contestó antes de comenzar a caminar juntos a través de los solitarios pasillos de la Empresa. -Así que eres la nueva consentida del jefe.- dijo en suspiros agotados.

-Si, soy su asistente.

-Wow... era de esperarse. No cualquiera logra ser la asistente de Nicholas, a no ser que le haya gustado y querido tenerla para él mismo.

-¿De qué hablas? Tengo un expediente impecablemente perfecto. No creo que él me quiera por belleza o algo parecido.

-Pues... considerate afortunada, pero te garantizo que de aquí a un mes, por lo menos habrá algún beso entre ambos.

-¿Por qué estás tan seguro?- preguntó curiosa.

-Porque llevo trabajando en este empresa 3 años y sé más o menos como funcionan las cosas aquí.

-Wow... y, ¿tú eres?

-Joseph Miller, pero me puedes llamar Joe.- contestó con una calurosa sonrisa sobre su rostro. -¿Y tú hermosa, cual es tu nombre?

-Me llamo Demetria Steven, pero mis cercanos me llaman Demi.- contestó devolviendole la sonrisa a Joe.

-Genial Demi, ¿te gustaría almorzar conmigo? Digo para enseñarte a mis amigos.

-Me gustaría pero el señor Nicholas...- contestó queriendo terminar la frase, pero viéndose interrumpida.

-Oye hasta el jefe debe respetar las horas de los trabajadores. Vamos, no seas aburrida.- le rogó, poniendo una divertida sonrisa.

Demetria rió un poco al ver los raros gestos que Joe le hacía, le hacían mucha gracia. -Está bien, vamos.- dijo finalmente, dirigiéndose hasta el casino, sin tener la menor sospecha que eran vigilados por alguien que se escondía entre las sombras. Nada más ni nada menos que Nicholas Alessandri.

Él lo había escuchado todo, con mucho recelo. Se estaba volviendo paranoico y muy celoso por la cercanía entre Joseph y Demetria. Se suponía que las mujeres de la oficina solo debían preocuparse por él, no por otro. Eso lo llenaba de enfado, pero en cuanto una loca idea se le cruzó en la mente, no dudó en hacerla realidad. Estaba apunto de romper la pequeña "amistad" de aquel par.