lunes, 23 de enero de 2012

Luz de mis Ojos //9º Episodio// {Herida, una vez más más}

Ya estaba anocheciendo y Harry había decidido quedarse con Dumbledore a pasar el resto de la noche. En tanto, Hermione había ido a su cuarto a descansar un poco. Harry buscaba la forma de poder decirle a su amiga que debía ser exiliada de ahí, para que no la matasen, tanto como a cientos de otros impuros. La incógnita tanto para Dumbledore y para Harry era la siguiente: “¿por qué decidieron hacer esto justo ahora?” “¿Por qué ya no estaban detrás de Harry?” Nadie lo sabía, y no había tiempo para buscarlas si medio colegio estaba en peligro.


-Director Dumbledore…- interrumpió Harry la burbuja de Dumbledore -¿Cuánto tiempo cree que tenemos para remediar esta situación?- preguntó desconcertado.


-Poco… demasiado poco. La cacería de los impuros podría empezar como hoy, mañana, o puede que en un tiempo más, de cualquier forma debemos alertar a los estudiantes para que vayan a casa.


-Pero estamos a mediados de año.- contestó Harry.


-Lo sé… este año no va a ser igual a los demás.


-¿Por qué cree que ya no están a la siga mía?


-Oh… querido Harry, siguen a la siga tuya, solo que ahora no eres el único. Debemos hallar la forma de alertar a la escuela sin que los de la casa de Slytherin lo sepan.


-Será difícil… y Hermione ya ha estado en el calabozo de Lucius por lo tanto, ella es quien está más expuesta en ser la primera asesinada.


-Lo sé… es por eso que le envié una nota a sus padres para que vuelvan a recibirla en casa. Aquí no podremos ayudarla mucho, siendo que hay más chicos que cuidar.


Harry estaba desconcertado, se tendría que despedir de su querida amiga por su bien. Suspiró por un momento, pensando en cómo lo iba a hacer. El tren de vuelta hacia Inglaterra estaba obsoleto, solo funcionaba para el ingreso y para la despedida de los alumnos. Así que entendió el punto de Dumbledore, él tendría que ir a dejarla sana y salva a su casa. Algo era algo, al menos tendría la seguridad de ver que está bien.


-¿Cuándo la debo ir a dejar?- preguntó Harry, sin rodeo.

-Mañana en la mañana. Mientras más pronto será mejor.

-¿Y qué pasará con Severus?- preguntó duramente -¿Lo seguirá protegiendo?


-Él sabe lo que debe hacer, él sabe a que lado pertenece. No te preocupes por él.


Harry suspiró y con la pura mirada se despidió de Dumbledore. “¿Cómo era posible?” Severus enamoró a Hermione solo para matarla, era como alimentar en exceso a un cerdo en un matadero. Estaba furioso por eso, y furioso por el hecho de que ahora se avecinaba otro encuentro con Voldemort y los mortifagos. Simplemente deseaba que esa situación terminase lo más pronto posible para poder descansar y estar con sus amigos sin preocuparse.


Éste se dirigió hasta su casa, Gryffindor y poder descansar lo más que pudiese, ya que mañana se levantaría en la madrugada para ir a dejar a Hermione en su hogar. Pero se encontró con una sorpresa frente a sus ojos, en la sala común de Gryffindor, se encontraba Ron besando a Lavender de lo más acaramelado. Harry se quedo boquiabierto y dejó caer sus gafas que sostenía en sus manos. Ron se despegó inmediatamente de Lavender y le miró intentado excusarse de cualquier palabra que creía que Harry le diría. Sin embargo, Ron se sorprendió con la postura que Harry decidió tomar.


-Hacen linda pareja, felicidades.- fue lo único que dijo Harry antes de subir las escaleras hasta su cuarto. Ron se quedó allí, boquiabierto, mirando a Lavender, quien aún estaba roja por tal momento. ¿Acaso el mundo estaba al revés?


Horas más tarde, y el sol ya dejaba verse en pequeña proporción. Harry agarró lo primero que vio y se vistió rápidamente para poder dirigirse hasta el cuarto de Hermione. Tomó su varita y la escondió dentro de su chaqueta, acto inmediato, se dirigió hasta la puerta y fue con Hermione.


Usando la capa de invisibilidad, y el mapa del merodeador entre manos; Harry apareció en el cuarto de las chicas de Gryffindor, sin que nadie se diese cuenta. Susurrando “travesura realizada” Harry cerró el mapa y sigilosamente entró al cuarto, dirigiéndose hasta la cama de Hermione. Volviendo a susurrar, hizo un ligero movimiento con su varita, algo que hacía que la conversación que tendría con Hermione, fuera totalmente privada, sin que nadie se diese cuenta de su presencia. Harry llegó hasta su cama y la sacudió suavemente hasta poder despertarla; ésta pestañeó varias veces y miró extrañada a Harry.


-¿Harry? ¿Pero qué haces aquí?- tomó su despertador con ambas manos y miró enfurecida la hora -¡Son las 5:25 Am!


-Lo sé, nadie debe saber esto.- contestó Harry, seriamente.


-¿De qué hablas?


-Vístete, rápidamente. Nos iremos a Londres, no te preocupes por tus cosas, ellas ya están ahí.


-¿Qué?- preguntó Hermione, exaltada, levantándose de su cama a la siga de Harry –No puedo volver a casa.


-Es por tu bien, Hermione. Tu vida aquí corre peligro. Además, ya comprobaste la clase de gente que era Snape y Malfoy.


Hermione se quedó mirando a Harry, triste e inquieta. Tenía razón, ya no había razón por la cual quedarse, solo lamentaba haber aprendido de la forma más dolorosa que no podía confiar en cualquier persona. Ella suspiró y le rogó a Harry salir por un momento para que le diese tiempo para vestirse. Se vistió con mucho abatimiento y esfuerzo, intentando no decaer en esos momentos, por lo menos, no mientras estuviese cerca de Harry. Sus ojos ardían, había pasado la noche llorando, y aún parecía que tenía lágrimas por botar. ¿Cómo era posible que hubiera dejado entrar a Severus Snape tan dentro de su corazón? Prefería los antiguos tiempos, donde ambos se insultaban, al menos eso era menos doloroso que el dolor de descubrir que todo lo que le había dicho era una vil mentira. La vida continuaba, pero ella se había quedado estancada entre el dolor y la desesperanza. Necesitaba hallar la cura para sanar su roto corazón, y seguir adelante, costase lo que costase.


Ya había terminado de vestirse y Hermione Granger salió del cuarto, tomando su pequeño bolso y su varita, escondiéndola dentro de su bota. Salió y lo primero que vio fue a Harry, sentado en el suelo, quien rápidamente se levantó al encontrarse con la presencia de Hermione. Ésta le sonrió levemente y siguió el paso que Harry tomaba fuera del Castillo. Llegaron hasta la casa de Hagrid, Harry buscó entre los arbustos dos escobas que la noche anterior había dejado. Éste le pasó la escoba a Hermione y comenzó a dar instrucciones.


-Bien Hermione, yo iré primero y tú seguirás mi paso. Si ves algo extraño en los cielos, házmelo saber y tú sigue adelante. Debes llegar a salvo a tu hogar.


-Pero seguirán mi rastro.- respondió Hermione finalmente con un tono de astucia.


-No, recuerda que hay un hechizo que protege todo el mundo Muggle. Todo estará bien, solo preocúpate de ti y de seguir mi paso.- dijo Harry, tomando finalmente su escoba. Elevándose por los nublados cielos de Hogwarts.


Hermione cumplía lo que Harry le había dicho, seguir su paso. Ya habían pasado horas volando, sin ningún rastro de peligro. Pero… justamente, en la entrada hacia el mundo Muggle, sombras negras rodeaban a Hermione y a Harry, provocando muchos nervios en ambos.


-¡Huye!- le gritó Harry a Hermione, mientras sacaba su varita de su túnica. Hermione solo apretó los ojos y siguió manejando su escoba. Pasando al mundo Muggle.


Hermione se sentía una maldita cobarde. ¿Cómo pudo haber dejado solo a Harry? Él le había dicho que pasase lo que pasase ella debía seguir pero nunca creyó que fuera tan difícil. Estaba apunto de dar vuelta el curso de la escoba e ir en busca de Harry. No, se dijo ella, Harry ya había salido varias veces de situaciones peores, estaría bien y rezaría por su salud. Sin embargo, al inclinarse un poco, vio reflejado en el mar, sombras en busca de ella. Las sombras no estaban detrás de Harry, sino tras ella. ¿Qué demonios estaba pasando? Hermione no lo entendía, pero ahora debía enfrentar las sombras.


Sacó dentro de su bota, la varita y apuntó a todas las cosas que parecían moverse. Eran solo dos sombras, pero se movían con bastante agilidad. Gritaba maleficios por los cielos, pero ni un alcanzaba a atravesar a los mortifagos. Hermione ya estaba asustada, temía que la asesinasen allí mismo. Entonces decidió que no podría darse por vencida, dio unas cuantas vueltas tontas en la escoba, bastantes rápidas. Un mortifago que jamás había visto, se puso nariz con nariz frente a ella. Hermione no dudó en utilizar “Sectumsembra” contra éste, haciéndolo caer directo al mar, totalmente aturdido. Esto alivianó el trabajo de Hermione, solo le quedaba uno por exterminar. Ahora Hermione se acercaba más al mar, intentando que el siguiente mortifago callese. Entonces… éste aparece bajo la escoba de Hermione, y ésta con el suspenso, tropieza de su escoba, cayendo al mar. Ahogándose, no podía salir a la superficie, y aún mantenía sus ojos abiertos, vio a un cuerpo caer. Hermione nadó lejos de él, pero quedó lo suficientemente cerca como para ver de que mortifago se trataba. Su corazón se detuvo, y parecía que ahogarse bajo el mar, no era lo peor del momento.


Los ojos negros de aquel mortifago se clavaron sobre los ojos de ella. Se quedaron mirando por un largo rato, hasta que Hermione recordó que se ahogaba, y decidió nadar hasta la superficie. En cuanto abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba en medio de la nada del océano. Estaba perdida y no sabía donde había caído la escoba. Elevó la varita y atrajo la escoba hasta ella. La tomó y rápidamente voló por los aires, miró hacia atrás agitada y con temor, procurando de que no la siguiera, en cuanto volvió a mirar adelante, se encontró nuevamente con esos ojos negros que le habían quitado el sueño. Los ojos de Severus Snape.


Hermione cayó hasta la arena, dando unas cuantas piruetas, y cayendo como un saco de patatas sobre la arena. Quedó malherida, y con serios rasguños en todo su rostro pero eso no le importo. La sombra de Snape parecía nunca dejar de ir tras ella, ya que estaba a unos cuantos pasos de distancia. Hermione sabía en su interior que debía luchar contra él, pero estaba lo suficientemente confundida como para hacer algo, y lo suficientemente desinteresada como para no importarle si el día de mañana vivía o no.


-Hermione, debemos hablar.- le rogó Severus a Hermione.


-Creo que todo quedó bastante claro entre nosotros, ¿no crees?


-Es que esto no es lo que tú crees, todo es un mal entendido. Por favor, créeme, te amo.- dijo tomando su mano, invitándola a levantarse de la arena.


-Snape, vete o mátame ahora, pero no me pidas que vuelva a creer en ti, porque será inútil.


Severus tomó ágilmente el cuerpo de Hermione, dejando a ambos parados sobre la arena, a centímetros de distancia, mirándose a los ojos. Hermione estaba al borde de llorar, ya no aguantaba tanto sufrimiento en su corazón; mientras que Snape era intolerante a eso, hablaría con Hermione costase lo que costase.


-Dí que no me amas y juro dejarte tranquila.- habló Severus Snape, con mucho coraje.


Hermione lo amaba más que a nada en el mundo, pero quien te ama jamás te hace sufrir, y quien una vez te traiciona, puede volver a traicionarte. Ella miró la rompedura de las olas, y negó con la cabeza. Luego volvió a mirar fijamente a Snape y contestó.


-Déjame en paz, y búscate a otra mujer porque yo no volveré a estar contigo. No volveré a darte un beso mío, o alguna caricia mía y no volverás a escuchar de mi voz que te amo. Porque todo sentimiento en mí hacia ti, se ha esfumado, así como todas las palabras que el viento se llevó.


Apunto del colapso, Severus dio unos pasos lejos de ella, sin dejar de mirarla. No podía creer lo que su amada le había dicho. Se sentía culpable, y por un estúpido orgullo no estaría dispuesto a jugar por el amor de aquella jovencita. Ella fue quien siempre luchó y Snape no había hecho más que hacerla sufrir. Había jugado y en su propio juego había perdido. Ya no había nada más que hacer.


Severus trinó los dedos y volvió a ser una sombra negra que se alejaba cada vez más de ella. Dejando a Hermione herida una vez más.

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