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Tras estar tanto tiempo sentada solitariamente en la arena de la playa, Hermione decide levantarse y seguir con su camino. Estaba naufraga dentro de sus pensamientos, herida y sin rastro de tener cura alguna para el dolor que sentía. Su corazón se había esfumado, todo lo que sentía era tristeza, estaba entrando en una inmensa depresión de la que no estaba segura si iba a salir o no. Amaría eternamente a Severus Snape, pero guardaría esos sentimientos hasta el final, porque ya no estaba dispuesta a seguir perdonándolo para nada, él seguiría haciéndola sufrir y ella decidió irse por el camino sano. Terminar.
Tomó su escoba y se elevó por los cielos. Faltaba media hora para llegar a casa pero no podía bajar la guardia, en cualquier minuto una catástrofe podría ocurrir y ella debía estar atenta. Vería a sus padres, ¿cómo sería el encuentro? Tenían una buena relación, Hermione los amaba demasiado, y sin embargo, sentía que algo había cambiado. Esperaba actuar normal y no levantar sospechas de algo raro. ¿Qué le habría dicho Dumbledore a sus padres? Esperaba que nada malo, para que pudiesen dejarla partir nuevamente, lo más pronto posible y luchar al lado de Harry y Ron.
Entonces, allí estaba, su dulce casa humilde. Aterrizó en el patio trasero de su hogar, e inmediatamente deshizo el hechizo que Harry había puesto sobre ella, un hechizo que era para ocultar su presencia en algún lugar. Hermione corrió hasta la puerta de entrada, golpeó la puerta y luego de un minuto largo de espera, su padre finalmente le abre. Éste le mira con mucho asomo, y Hermione lo abraza inmediatamente, muy fuerte, pero sentía que algo estaba fuera de orden. Su padre jamás se mostró tan frio frente a una demostración de cariño de ella. ¿Acaso ya sabían parte de la historia? No entendía nada, entonces se separó de su padre, y éste solo le miró y luego de un momento, sonrió débilmente, tranquilizando en algo a Hermione. Se adentró en su casa, y dejó su bolso sobre la mesa. Se dirigió hasta la cocina y ahí se encontraba su madre, cocinando en un profundo silencio. Se acercó tímidamente hasta su madre, tocio de mentira para llamar su atención, captándola, su madre camina rápido hasta donde se encontraba Hermione y la coge entre sus brazos, llorando y abrazándola. Hermione se sintió excelente al recibir ese abrazo de su madre, la escuchaba decir cuanto la amaba entre sollozos. De alguna forma, sentía que algo iba mal. Se retiró de la cocina y caminó hasta donde estaba su padre, charlaron por un rato hasta que Hermione se excusa diciendo que estaba cansada y que iría a dormir.
Pero la verdad, era que Hermione había guardado desde hacia bastante tiempo un nudo en la garganta a causa de Severus Snape. No dejaba de llorar, es más, parecía que cada vez más aparecían lágrimas. Pero entonces decidió que tenía que pensar en Harry y sus amigos, ¿cómo estarían? No hallaba ni una respuesta, solo deseaba que estuviesen bien. Pasaron las horas hasta que se hizo de noche, y ella seguía recostada sobre su cama, ni siquiera había bajado a comer, no tenía hambre, tampoco quería cuidarse a ella misma. Nueve y media de la noche y Hermione Granger siente como la puerta se abre, no volteó a ver de quien se trataba, simplemente lo ignoró.
-Hija…- escuchó Hermione la voz de su madre, incógnitamente -¿Está todo en orden?
Hermione no sabía como responderle, su voz estaba quebrada y sabía que su madre se daría cuenta de ello. Decidió tragar saliva y actuar como si nada, siquiera intentarlo –Si mamá, no te preocupes.- respondió ella, con poca fuerza, y su madre notó aquello.
Ella se acercó hasta Hermione, sentándose a un lado de ella. Acarició el cabello rubio de Hermione y habló dulcemente –Hermione, te conozco, soy tu madre, sé que algo anda mal. ¿Son problemas de amor, cierto? Por eso quisiste devolverte a casa.
De la nada, Hermione rompe en llanto y se levanta para abrazar a su madre. Al final, fue débil, siempre fue débil, pero no podía ocultárselo a su madre. Por lo menos ella le daría consejos maternales, que en algo podrían ayudarla.
-Por favor Hermione, dime qué pasó.
-Un chico… de mi escuela.
-Oh… entiendo.- respondió en seguida su madre –Te rompió el corazón, ¿no es así?
-Si… me usó para llegar a otra persona, que no era una chica, era un chico que… era su enemigo, quería hacerle la vida imposible. Y yo la tonta, me dejé llevar por mis malditos sentimientos. Ahora pago por mis estupideces.- dijo Hermione, resoplando.
-Hm…- fue el único sonido que salió de la boca de su madre, sonido que siempre hacía cuando pensaba en aquello. Hermione la miró atenta, esperando por lo que su madre iba a decirle. -¿Cuántas versiones haz escuchado?
Hermione se quedó pensativa después de eso. Era obvio que sabía perfecto que Severus la había engañado, sin embargo… no fue directamente de parte de él, digo… él estaba ahí, pero esa expresión sobre su rostro… la verdad aún estaba oculta. Hermione no sabía qué hacer, su madre siempre sabía como dejarla pensativa. Sin decir ni una palabra más, su madre salió del cuarto para dejarla pensar mejor. Por un largo rato pensó sobre esa situación y llegó a la conclusión que debía tragarse su orgullo y su tristeza y llamar a Severus Snape para conversar bien las cosas. Algo no había quedado claro entre ellos y era hora de averiguarlo.
Levantó su varita y se quedó examinándola por todos los ángulos. ¿Qué haría cuando viese a Severus? Ella era perfectamente capaz de caer a sus pies sin importar cualquier cosa. Volvió a esconderse entre las sábanas y repasó las cosas que pasaban, aún no sabía nada de Harry, en realidad no sabía nada de nadie, y eso la espantaba, necesitaba saber algo, siquiera una cosa muy pequeña. Pero nada aparecía, todo era un misterio.
Noches y días pasaron, Hermione aún no sabía nada. Muy pocas veces salía de su cuarto, y era solamente para comer y escuchar a su padre gritarle a su madre por cosas estúpidas. Se sentía extraña en aquel lugar… sabía perfectamente que esa era su casa, ese era su hogar, pero… no, algo en ella no lo pasaba, se sentía una extraña en un lugar que nunca estuvo. ¿Por qué? No lo entendía, solo sabía que Hogwarts era un mejor hogar que ese, después de todo era en ese lugar donde realmente vivía. Hogwarts era su hogar, y sus amigos eran su familia.
Los días pasaban y Hermione los encontraba una eternidad, ni siquiera sabía cuanto tiempo había pasado, pudo haber pasado un mes o una semana y ella no tenía ni idea, tampoco le interesaba saber. Entonces, era un día normal y temprano, tipo nueve de la mañana. Hermione recién se había bañado, habitualmente se bañaba tres veces al día, solamente porque sentir el agua correr sobre su cuerpo desnudo, era como librarse de todo sentimiento malo dentro de ella. La casa estaba vacía después de mucho tiempo, por fin podía respirar, pero a pesar de todo, volvería a su cuarto.
Entonces, un ruido como el de una bomba, se escuchó justo afuera de su casa. Hermione se aterrorizó, y solo se le ocurrió correr hasta su habitación, coger su varita y ponerse en postura para cualquier cosa que podría llegar a pasar. Salió fuera de su cuarto, bajó silenciosamente la escalera y esperó hasta que se abriese la puerta. Por un rato, nada pasaba, pero lentamente se abría la puerta, y Hermione transpiraba en frío. Esperó expectante hasta que se abrió totalmente la puerta. Hermione tomó firmemente su varita y estaba lista para lanzar cualquier maldición que se le cruzase por la mente, pero su estomago sintió una emoción gigantesca al darse cuenta de quien se trataba. Ella no pensó en nada, simplemente corrió hasta aquellos jóvenes que estaban delante de ella. Ron y Harry, estaban con algunas heridas, pero estaban bien. A la primera persona que abrazó Hermione fue a Ron, estaba feliz de volver a verlo, y luego, abrazó a Harry mucho más fuerte. Los miró a ambos emocionada y comenzó la charla entre ellos.
-¡Chicos! Los extrañe mucho pero… ¿cómo y por qué están aquí?- preguntó Hermione, confundida.
-Hermione, Hogwarts es un caos.- dijo Ron, desolado.
-¿Qué?- preguntó Hermione, anonadada.
-Es verdad Hermione.- contestó Harry, apoyando lo que dijo anteriormente Ron. –Ha habido muertes, no muchas pero aún así, no dejan de ser muertes. Las muertes no ha sido de alguien que seamos totalmente ligados, pero…- dijo Harry, haciendo una ligera pausa tormentosa, mirando cómplice a Ron.
-¡¿Pero qué chicos…?!- preguntó Hermione, exaltada e impaciente por oír la respuesta de ambos amigos.
-Todas las muertes que ha habido…- prosiguió Ron. –Han sido de estudiantes de Hufflepuff, y todos son sangre impura.- dijo finalmente. Hermione miró aterrada a Harry, y éste evitaba verla, simplemente por un hecho que ambos saben, solo que quieren negar.
-Harry… no pensarás que…- decía Hermione, palabras al azar.
-Lo lamento Hermione, pero es cierto. Primero empezó en Hufflepuff y luego irá con otra casa y así sucesivamente. Ni un impuro está a salvo.
-Es por eso que tú y Dumbledore decidieron enviarme lejos, ¿no es así?- preguntó Hermione, apenada.
-Era la única opción. Hermione, si te llegase a pasar algo jamás me lo perdonaría. Eres como una hermana para mí.- dijo Harry.
-Una molesta sabelotodo hermana, pero hermana después de todo.- siguió Ron, con una sonrisa rota sobre su rostro.
-Ow… ¡Chicos!- exclamó Hermione en un tono de dulzura y volvió a abrazar a los chicos, esta vez, a los dos juntos. Inmediatamente se separó y los miró seria. –Pero esta no es una lucha que solo a ustedes les pertenezca, ni a Dumbledore, ni a los profesores. Esta es una lucha que a todos nos incumbe.
-Pero Hermione…- quiso intervenir Ron.
-Nada de pero, iré con ustedes, yo quiero luchar, y sin mi cerebro, no podrán descubrir cómo es que algún mortifago está entrando al castillo a asesinar a los estudiantes.- dijo ella, firmemente.
Los chicos se quedaron meditando un rato en aquello que había dicho Hermione. Sabían perfectamente que Hermione era una genio, de hecho, ella era la persona más lista que alguna vez conocieron. Pero… arriesgarían su vida, y esa no era la idea. Por otro lado, muchas vidas estaban en juego, nadie debe morir… pero aunque uno no quiera, si pasará. Finalmente, Ron y Harry suspiraron al mismo tiempo y tomaron su decisión.
-Ve a vestirte, comeremos algo y nos vamos.- dijo Harry.
-Bien, la comida está en el horno y Ron…- habla, mirando fijamente los verdosos ojos de Ron. –No te comas todo, debe quedar suficiente para mis padres…-
En cuanto Hermione terminó de vestirse y arreglarse, salieron volando de aquella casa. Ella les dejó una carta a sus padres, diciéndole lo mucho que los amaba pero que era importante tener que irse por una buena causa. Llevaban horas viajando, y cuando llegaron a Hogwarts, ya era de tarde, tipo seis. Aterrizaron y guardaron de inmediato las escobas. Corrieron hasta la entrada y se encontraron con la profesora McGonagall.
-¡Chicos! ¿Hacia dónde se dirigen?- preguntó su profesora, insistente, y preocupada.
-A nuestros cuartos.- se adelantó Harry en responder.
-Bien, no salgan de sus cuartos hasta mañana.
-Si profesora.- respondieron los tres al mismo tiempo.
Los tres muchachos caminaron normalmente por los caminos de Hogwarts, guardando silencio a cada momento hasta asegurarse que nadie los espiaba por ahí. El ambiente estaba tenso, ni siquiera eso, estaba raro. No teniendo ni a Draco ni a Severus mantenía al ambiente en una calma abrumadora, y esa calma… mataba a Hermione. Era raro… tenía sentimientos encontrados. Draco era cruel, despiadado, hiriente y burlesco pero eso amaba Hermione… era raro, lo sabía perfectamente, pero no descartaba la posibilidad de estar algo atraída a Draco. Sin embargo, no sacaba de su mente a Severus, ese hombre robó todos sus sentidos y aún le provocaba escalofríos, algo que Draco nunca logró en ella, solo nerviosismo, pero nada más.
Llegaron a la sala común de Gryffindor y solo hablaron por unos minutos, de temas simples, decidieron finalmente que mañana hablarían mejor el tema de los impuros y que mañana harían algo para remediar la situación. Hermione tomó su bolso y se dirigió hasta la puerta, pero ambos chicos la arrinconaron allí.
-¿A dónde vas, Hermy?- preguntó Ron, inocentemente.
-Estoy exhausta con el viaje, tomaré una ducha para no tener que levantarme mañana temprano y tomarla.- dijo Hermione, segura de sí.
-Bien… ten cuidado, y no olvides la varita.- dijo Harry, dulcemente, depositándosela en ambas manos. –Nos vemos mañana a las 10 en el comedor.- dijo finalmente y ambos chicos fueron hasta sus cuartos.
Hermione caminó cautelosamente hasta los baños que estaban ahí mismo en su casa, gracias a Dios, estaba algo más segura. Se desvistió lentamente, examinando cada parte de su cuerpo, y antes de meterse a la ducha, puso la bata encima de su cuerpo desnudo y comenzó a aplicarse algunas cremas de baño. Los espejos eran gigantescos y se veía completamente todo lo que estaba detrás de ella. Acarició su cuerpo, y dirigió la mirada hasta sus piernas, lugar donde se aplicaba una crema color rosa. Hace tiempo Hermione no sonreía, pero ese día fue la excepción, en realidad ese día fue la excepción para todo, ya que en cuanto Hermione Granger volvió a levantar la mirada, vio reflejada la silueta del hombre que tanto deseaba en el mundo, Severus Snape.
Aquel hombre estaba más delgado y su rostro se veía poco humectado. Hermione no podía respirar a causa de las emociones que sentía en aquel momento. Ella volteó a verlo de pie a cabeza, algo en él había cambiado. Severus avanzaba a medida que Hermione retrocedía, hasta que Hermione se topó con el lavamanos y sintió la mano de Severus sobre la suya. Ambas miradas se encontraron, y las respiraciones estaban apunto de ser solo una.
-Te encontré…- dijo Severus en el típico tono frío que tiene él para hablar, pero con algo de emoción, y ternura que se sentía a través de su mirada. Hermione ya cedía a la atracción que Snape le provocaba. Era presa de un amor que nunca daría frutos… pero por primera vez en la vida quiso pensar en el ahora, y no en el después ni en lo que diría la gente después.
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