Dos o tres días habían transcurrido y Eric no lograba levantarse de esa enorme depresión que estaba dentro de él. Sentía un enorme vacío dentro de él y todo lo que hacía le recordaba a ella. Extrañaba ese dulce aroma de vainilla con manzanas, o la hermosa sonrisa que solía ver cada amanecer, el sonido de su risa pegajosa que siempre le subía el ánimo… ya nada era lo mismo si ella no estaba con él. Dios… estaba destrozado en su interior.
Eric, acostado en el sofá sin compañía alguna más que de su enorme nostalgia, no se había podido levantar en todos esos días, no tenía fuerzas. No había comido y su barbilla estaba horriblemente velluda, sin preocupación alguna de su imagen exterior. Había estado todas las horas pegado a la televisión sin conseguir dormir un poco, ya que todo lo que soñaba era el día en que Rose se marchó de su lado.
Cansado de la tristeza interna, decidió levantarse no importaba lo difícil que fuese. Se sentó sobre el sofá y bostezó por un rato, acarició su cabello y clavó su mirada sobre la televisión, algo que lo distraía un poco. Débilmente pudo levantarse, y tambaleaba un poco dudando que esa hubiese sido la mejor elección. Tomó su celular y marcó el número de su mejor amiga, Avril.
-¿Aló? ¿Avril?
-Si, soy yo. ¿Quién habla?
-Soy Eric.
-¡Ah…! ¡Hola! ¿Qué pasa?- pregunta entusiasta.
-Avril, me siento horrible y yo…- cae desmayado al suelo, sin poder responder el teléfono. Estaba totalmente débil sin nadie quien lo ayudase.
Mientras que en otro lugar, los pensamientos de Rose estaban totalmente fuera de control, había salido fuera de sí y no contaba con toda la racionalidad como para decir algo en buena defensa. Estos 3 días se había quedado en la casa de Leticia, la única persona que la recibió con los brazos abiertos cuando nadie más lo hizo. Avril era una extraña para ella, y Eric seguía siendo todo lo que no volvería a encontrar, algo escondido en la profundidad del océano. ¿Cómo habían llegado hasta ese punto? Ni ella lo sabía. Al igual que Eric, ella también había pasado todas esas horas acostada, hundida en una gran depresión sin rastro de alguna salida.
Por suerte, Leticia nunca le falló, la acompañaba a cada momento en sus tristes momentos. Un momento de debilidad, donde Leticia pudo hacer dormir a su pequeña amiga, revisó su bolso para ver si había alguna evidencia de que ella estuviese en lo cierto. Buscó en su cartera, una billetera para encontrar alguna foto de cuando ella era bebé o su cédula de identidad para saber más sobre ella. No estaba equivocada.
Julia Elizabeth Bush, hija legítima de Tomas y Leticia Bush. Un amor adolescente que por un error, tuvieron a un bebé y su inmadurez los llevó a cometer el más grande error de su vida, darla en adopción. Ambos tan solo tenían 14 años, y su familia desaprobaba que una “pequeña mancha” en el historial de la familia, cambiase su reputación. Quizá era un mal momento pero a pesar de todo, Tomas y Leticia jamás dejaron de amar a su pequeña bebé.
Las lagrimas de emoción de Leticia corrían desde sus ojos y todo ese sentimiento de esperanza y alegría provocó un nuevo renacer del corazón de Leticia. Corrió hasta donde se encontraba su esposo, Tomas, que se encontraba leyendo el periódico, muy atento.
-¡Tomas!- gritó el nombre de su esposo, empapada de lágrimas.
-Leticia, ¿qué pasó? ¿Por qué lloras?- pregunta preocupado.
-Nuestra bebé…- derrama unas cuantas lagrimas –Ha aparecido.
-¿Qué?- pregunta atónito –Leticia, amor… no juegues con mis sentimientos, puede que tenga 30 pero me siento como de 50.- dijo sin ánimos.
-No, no… amor, la encontré por cosas simples de la vida y ahora me di cuenta de que Rose es nuestra hija.
-¿Rose? ¿La chica que está acostada ahí en nuestra habitación?
-La misma- sonríe nostálgicamente.
-Dios…- apreta su cabeza y mira directamente a los ojos a su verdadero amor –Déjame verla, siquiera un segundo. Necesito verla.
-Ve a verla, pero no la despiertes.
Tomas entró silenciosamente hasta el cuarto donde Rose dormía y se quedó examinando su belleza por bastante tiempo. Sentía como su corazón estaba apunto de desbordarse por todas los sentimientos encontrados que sentía en ese momento. En el segundo en que tuvo que desprenderse de ella, decidió que cuidaría por siempre a su madre y que la buscaría por cielo, mar y tierra por tan solo verla un segundo. Sin embargo, nunca pensó que la volvería a ver en realidad.
Se acercó hasta la cama y se sentó a un lado de ella, sonrío y acarició su cabello oscuro por un momento. Finalmente decidió retirarse rápido, besándole la frente y velando su sueño; agradeciéndole a Dios haberla encontrándola de nuevo.
Caminó nuevamente hasta donde su esposa y la abrazó como nunca antes, con mucha fuerza dejando caer sus lagrimas en el hombro que abrazaba. Ambos padres se abrazaban y se consolaban a través del abrazo.
-La tenemos, la tenemos…- no dejaba de repetir Tomas.
-Lo sé amor, y es por siempre- ambos se sonríen y cierran la conversación en un dulce beso.
Eric mientras tanto, estaba en una camilla conectado a cientos de cables de suero entre otros. Avril, preocupada y destrozada al ver a su mejor amigo en peores condiciones que un muerto, se llenaba de angustia y culpa por saber que ella era el principal factor de todas las cosas que estaban pasando. Sabía interiormente que ella era la culpable de que Rose se haya ido y eso le rompía el corazón. Ahora no tenía tiempo para estar pensando en Jesse, había cosas más importantes que él.
Avril se encontraba sentada a un palmo de Eric, acariciando su mano esperando a ver el momento donde pueda ver a su mejor amigo despertar… pero cada vez más, el momento parecía eterno.
De un momento a otro, un obstáculo se presenta frente a la esencia de luz, Avril voltea curiosa y de repente todo su ego se echa abajo con tan solo una razón, él. Jesse encontraba en el umbral de la puerta como un ángel guardián que venía a protegerla, día y noche. Con cada paso que se acercaba a ella, cada vez más robaba su respiración y la atmosfera la asfixiaba como si se estuviese hundiendo en el agua, cada vez más profundo.
-¿Cómo está?- pregunta preocupado.
-Estable… es lo único que puedo decir- vuelve a dirigir la mirada a Eric.
-Todo esto es por Rose, ¿no es así?
-No, esto es mi culpa… si no hubiese interferido entre los dos…
-No creo que haya sido tu culpa, eres una de las personas mas bondadosas que he conocido.
Esas palabras sonaron como un asesinato dentro de Avril. Odiaba encontrarse en esa situación, se sentía como una vil mentirosa que no hacía nada más que engañar a la gente que amaba. Clavó sus grandes ojos verdes en los ojos café de Jesse y de la nada unas cuantas lagrimas brotan de sus ojos. Baja la mirada y se deja caer en la camilla de Eric. Jesse, confundido y preocupado al ver a Avril de tal forma, camina a socorrerla pero Avril vuelve a empujarlo lejos de él.
-¿Pero qué ocurre?- pregunta desesperado.
-¡Yo no soy lo que tú crees!- le grita descontrolada.
-¿Entonces qué eres? ¿Una castaña falsa? No me importa si te hayas teñido el cabello.
-¡No!- se acerca a él y lo empuja –Mi padre no está muerto, jamás se suicidó y jamás me violó. Él…- baja la mirada –Es un agente secreto del FBI que ahora es prófugo de la policía.
-Avril…
-Lo lamento- sale corriendo del cuarto y se va conteniendo sus lagrimas hasta llegar a casa.
Lo único que Avril deseaba para este año era tan solo pasar con buenas notas y ser una más del resto, pero jamás enamorarse. Los planes se salieron de control y ahora estaba locamente enamorada sin querer reconocerlo, estando a dos lados de la senda, hundiéndose como el Titanic sin salida y sin un bote salvavidas que la pudiese ayudar en esa situación. ¿Qué iba a hacer ahora? Todo lo que hacía era provocar daños, quizá lo mejor era irse con su padre y empezar desde cero una nueva vida y así para que nadie la recordase.
Llegó a su casa sin rastro de presencia humana alguna, por lo que pudo meterse tranquila a la ducha. Se desnudó y se duchó con agua tibia. Desprendió pétalos de una rosa roja y los lanzó en la ducha. Puso algo de música relajante y logró aclarar un poco mejor sus pensamientos. Ya se estaba quedando algo dormida dentro de la ducha pero de repente siente como la ventana del baño se abre, se asusta y tapa con la cortina su cuerpo desnudo. Vio como el cuerpo que había visto hace unas horas antes, estaba frente a ella.
-¿Qué haces aquí? ¿Qué no ves que estoy desnuda?
-No me interesa, debemos hablar.
-A mí si me interesa.- reclama finalmente.
Jesse se acerca hasta donde estaba la ropa y le lanza una toalla para que se tapase. Se sienta en la tapa del WC y mira directamente los ojos verdes de Avril.
-No me interesa si eres la persona más mala, mentirosa, vil y horrible del mundo… sé que te amo y que quiero pasar mi vida contigo.- dijo francamente sin mover un solo musculo.
-Jesse, yo…
-Di que no me amas y juro que jamás te volveré a molestar.
Ahí ya la había atrapado, no quería perderlo, no se imaginaba la vida sin él. Sin pensarlo dos veces, se levanto de la bañera sin siquiera tapar su cuerpo desnudo y se acerca para besarlo. A Jesse le tomó desprevenido esa situación y tan solo la abrazó, y se dejó llevar por el apasionado beso que su amor le daba.
Tomó a Avril en brazos y comenzó a caminar con ella sin desprenderse del beso, llevándola hasta su habitación para poder consumar a fondo su amor.
Dejándola con mucha delicadeza sobre la cama, comienza a quitarse lentamente su ropa, estando aún sobre ella. Jesse besa cada esquina del fino cuerpo de Avril provocándole sentir a ambos una gran mezcla de placer, seducción, amor y lujuria. Tan solo querían que sus cuerpos fueran uno.
-Jesse…- alcanzó a decir entre gemidos.
-Olvídate de todos los demás y solo piensa en mi amor hacia ti.- Mira directamente los ojos de Avril –Avril, yo te amo.
Lo mira con amor y lujuria –También te amo, Jesse Adams.
Sin pensarlo dos veces, Jesse besa nuevamente los gruesos labios del amor de su vida y se apodera de una de sus piernas para poder penetrarla. Mete con mucha lentitud y mucha delicadeza su miembro dentro del de ella.
Provocándole gritar dentro de su boca, Jesse repite varias veces el mismo acto, cada vez más rápido hasta alcanzar el pleno clímax del romántico y apetitoso acto. Apoderándose también de uno de los pezones de Avril, ella misma comienza a sentir emociones que jamás en la vida había sentido. Ambos dejándose marcas en el cuello dejando como delito lo que había pasado esa tarde. Después de bastante rato después, ambos se echan en la cama rendidos. La cabeza de Avril apoyada en el abdomen de Jesse y el cuerpo de Jesse encadenado al de Avril, sin modo de salida para poder librarse de tal pasión que estaba sintiendo.
-Gracias por el mayor regalo de todos Avril- sonríe.
-Por favor no me dejes sola- le rogó desesperada.
-Jamás te dejaré sola amor, eso te lo juro- le contestó dulcemente, acariciando la espalda desnuda de Avril.
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