domingo, 1 de julio de 2012

Eneamor cap. 2 [Una Cita Real en Francia]


Luego de que Draco le haya dicho que Hermione era hermosa frente a sus ojos, ellos dos no habían vuelto a hablar. Hermione seguía anonadada con lo que Draco le había dicho, y la forma en que la confortó aquella vez que estaba hecha un lío a causa de su amor imposible de Harry. Era verdad que le había hecho bien, solo que aún no era capaz de tragar ese cuento, pues Draco la había torturado durante 6 años, y éste último año, todo era tan distinto…

En el salón de clases, Hermione era muy cuidadosa para que Draco no notara que ella lo observaba, lo mismo pasaba con Draco, que moría de ganas por estar donde ella estaba a cada momento, y escuchar su voz melodiosa cerca de su oído que provocaba miles de emociones dentro de éste. Hermione no había vuelto a botar otra lágrima por Harry desde aquel día, y a pesar que aún lo quisiese y sufriera porque ahora estaba con Ginny, su alma estaba en calma hasta ahora.

Volviendo a la actualidad, los chicos estaban en horario de clases, y Harry se sentaba con Dean; Hermione con Ron y Draco con Pansy, en la clase de Historia de la Magia. Hermione como siempre prestaba mucha atención y participaba en todo lo que podía, lo que resultaba ser casi toda la clase, mientras que Draco escribía sus apuntes y al mismo tiempo pensaba en una única persona: Hermione Granger.

La miraba a cada momento que podía, cuando nadie se diera cuenta. Ella se había convertido en una fuerte obsesión y debía superarlo, la interrogativa aquí era, ¿cómo? En cuanto salió del salón se dirigió a la biblioteca a repasar un poco de historia para el examen que sería mañana. Entonces, su obsesión también estaba allí.

Draco había tomado un libro del mueble, y en cuanto lo sacó, pudo observar a través del hueco que Hermione había entrado junto a Ginny, de una forma muy extraña pues, Ginny iba adelante mostrando una cara seria y enojada, mientras que Hermione llevaba una cara algo atemorizada. Draco las observó hasta que ambas chicas llegaron a su lugar definitivo, y entonces Draco las siguió hasta un pasillo más adelante que el suyo, esforzándose para poder escuchar su conversación.

-Ni te atrevas a tocar a Harry, ¿me escuchaste?- le dijo Ginny a Hermione, de una forma intolerante.

-Ni lo he tocado, ni tampoco besado Ginny, cálmate por favor.- le rogó Hermione, silenciándola e intentando calmarla.

-Es una estupidez, luego de todos estos años de amistas a ti se te ocurre enamorarte de Harry, ¡el chico que me ha gustado hace más de 6 años!

-Harry ha sido mi mejor amigo desde hace 6 años tú solo eres la hermana pequeña de Ron, tú te entrometiste en mi camino con Harry primero.- se defendió Hermione, regulando su voz respecto a la situación.

-No importa quien se haya enamorado primero de él, el tema está en que yo te confesé primero que él me gustaba, y luego me debo enterar por otras personas que a ti también te gustaba. ¿Qué clase de amiga eres? -preguntó Ginny, nefasta.

-Ginny no importa ya, a Harry también le gustas y no pienso interferir en una relación donde la atracción es mutua. No quiero ser el mal trio.

-Muy bien dicho, espero que encuentres a alguien pronto para que podamos hacer una cita doble, los cuatro en un restaurante.

-Así será, no te preocupes.

-Eso si… debes conseguir a alguien para antes del domingo, para que pruebes que Harry ya no te interesa.

-¡¿Qué?! Pero Ginny es solo una semana…- decía Hermione, exaltada y preocupada.

-Lo sé, eso le dará un mejor toque a todo esto.

-Pero…- en menos de lo que había cantado un gallo, Ginny se había marchado sin decir ni otra palabra, dejando a Hermione asustada y sin saber qué hacer. Anduvo de vaga por la biblioteca intentando concentrar sus pensamientos en una sola cosa, pero se le hacía imposible pues, le estaba entregando en bandeja de plata a Harry, y ni siquiera era una decisión que ella conscientemente había tomado.

De la nada, Draco había aparecido con un libro de magia oscura, quien estaba de una apariencia muy formal e intelectual, lo que lo caracterizaba. Hermione le miró a los ojos queriendo decirle que no era un buen momento ahora, y aunque Draco haya entendido el mensaje, él hacía caso omiso pues quería estar con ella, y entonces se sentó a su lado.

-No entiendo por qué todas las de Gryffindor les gusta tanto ese “San Potter”- habló Draco, lanzando las palabras al aire sínicamente.

-Muchas lo quieren solo por su fama, yo lo quiero desde antes que ellas y por distintos motivos.

-Como sea… ¿necesitarás mi ayuda, no?- preguntó Draco de una forma muy tranquila.

-Draco hemos sido enemigos desde hace mucho tiempo que se me hace difícil pensar que nosotros realmente podamos ser amigos.

-Yo no quiero ser tu amigo, solo quiero estar cerca de ti, que es distinto.

-Por eso es extraño.- contestó Hermione, masajeando su cabeza con una mano. Miró de reojo a Draco. -¿Podemos fingir una cita?

-No acostumbro ser el consuelo de nadie pero… como no tengo nada que hacer, supongo que puedo hacerlo. Solo con una condición.- le advirtió Draco, engruesando su voz, intimidando a Hermione, provocando que ésta abriera sus ojos de par en par.

-¿Qué… qué cosa?- preguntó ella inocentemente, mientras miraba a Draco muy alarmada.

-Antes de la cita falsa quiero tener una verdadera cita contigo.

-¿Enserio? ¿Qué pasa si te ven junto a una “sangre sucia”?

-Me importa un pepino lo que esos inferiores a mí puedan opinar, solo quiero saber tu respuesta.

-Bueno, creo que podría resultar…

-Excelente, mañana te veo fuera del salón de clases, a las cuatro. Ponte linda.- y eso fue lo último que dijo Draco antes de que se marchara tal cual como lo hizo Ginny hace más o menos una hora.

Y entonces un día había pasado, y como Hermione creyó que estar con un vestido de gala en los pasillos de Hogwarts en plena hora de término de clases, solo llevó su vestido y zapatos dentro de su bolso que parecía tener como otra dimensión hay dentro. Esperó por casi diez minutos a Draco, y cuando estuvo apunto de irse indignada por su impuntualidad, llegó él, tan reluciente como siempre, llevando un terno completamente negro, y de camisa gris, con zapatos italianos. En verdad se veía fantástico.

-Menos mal que dije que te pusieras linda.- dijo Draco en un tono de ironía.

-¡Gracias! Qué caballero…- contestó Hermione en un mismo tono de ironía.

-¿Trajiste tu ropa elegante, no?

-Si, están en el…

-Póntelo.

-¡¿Qué?! Estás loco si piensas que me voy a desvestir frente a ti.- decía Hermione indignada.

-No quiero que te desvistas, tonta. Puedes usar el hechizo que nos enseñaron la clase pasada para aparecer con ese vestido, sin siquiera haberte quitado la ropa.

La cabeza de Hermione parecía que iba a estallar por la vergüenza. No recordaba el hechizo hasta que Draco se lo había mencionado y entonces lo usó. Se veía fantástica y muy elegante. Era un vestido corto de tirantes, muy al estilo casual, de un color gris con encajes negros, una perfecta combinación con los tacones grises de plataforma que justamente le hacían subir de estatura hasta la estatura de Draco. Draco estaba sorprendido viendo a Hermione, realmente estaba hermosa, y ya casi se le caía la baba.

Sin pleno aviso, ambos se habían tomado de las manos para tele transportarse. Hermione solo siguió a Draco, pues ella no tenía ni idea de dónde iría para la cita que Draco raramente quería tener con ella. La sorpresa de Hermione fue aún más grande cuando se dio cuenta que ya no estaban en el mundo muggle, más bien, estaban en el mundo normal, Francia, París. La ciudad del amor.

Constantemente Hermione se preguntaba cómo era que un orgulloso de tener una sangre reluciente la haya llevado a su primera cita al mundo muggle. Draco aún le sostenía la mano, y cuando llegaron a una clase de suite, apareció un hombre de tez morena con el que susurraba. Ambos entraron a un cuarto muy lujoso de un hotel que al parecer era muy famoso. Los suelos estaban impecables, y los adornos eran tan rústicos y elegantes, dignos de unos millonarios. Sin embargo Hermione se asustó al entrar a una habitación donde había una cama matrimonial, con una mesita llena de comida, flores, champagne y entre otras cosas que se les da a los recién casados.

-Draco… nosotros no…

-No haremos nada que te haga sentir incómoda.- le aseguró Draco, lo que hizo sonreír a Hermione muy sorprendida y sin embargo, maravillada con ese hermoso momento que compartía con el enemigo de toda su vida y que ahora sin darse cuenta, comenzaba a ser algo muy importante para ella.

-Gracias.

El dúo se había sentado frente a frente en una mesa para dos personas, mientras disfrutaban de un rico pavo, y unos fideos, junto a otros platos que Hermione jamás había escuchado en toda su existencia. La conversación que ambos compartían era muy fluida y no estuvo ausente en el sentido de las risas y sonrisas que guardaban sentimientos ocultos. Una velada encantadora, hasta que Hermione pudo recuperar la noción del tiempo.

-Oh por Dios… mira qué hora es.- decía Hermione preocupada al ver que ya estaba oscuro, y pensar que en Hogwarts podrían expulsarlos.

-No te preocupes, lancé un hechizo para que detuviese el tiempo. Es como si todo lo que hemos vivido hasta ahora, haya sido un sueño.- la tranquilizó Draco.

-Oh… bueno… supongo que está bien.- decía Hermione, no muy conforme. -¿Dormiremos aquí?

-Si… dormiremos juntos para conservar el calor. Puede que en las mañanas aparezca caluroso pero en las noches, la temperatura baja de una forma considerable.

-Pero… no tengo pijama… y no pienso dormir desnuda a un palmo de ti.- decía ella, indignada.

-No dormirás desnuda, hay una bata que trajo el mozo hace un rato.

-Oh…- exclamó Hermione, muy apenada por mal interpretar cada palabra que Draco hablaba.

-A no ser que quieras que te vea desnuda.- susurró Draco mientras le sonreía pícaramente a Hermione.
La sangre de Hermione parecía hervir, estaba muy sonrojada que parecía que iba a estallar. Realmente nunca se había visto así en la vida. -¡Cómo crees, degenerado!- gritó Hermione, al borde de colapsar.

-Bien…- Draco había reído con ganas y con un plato de bocadillos salió fuera de la habitación para dejar que Hermione se cambiase de ropa.

¿Estaría loca? ¿Acaso recién estaba conociendo un lado de Draco que nunca había visto con anterioridad? Lo que sea que haya pasado con él, a Hermione le traía curiosidad, y a  pesar que hayan pasado un acogedor momento juntos, sentía que había una barrera entre ellos que les hacía difícil relacionarse con más facilidad. Algo andaba mal, pero no sabría describir con perfección de qué se trataba.

Hermione se quitó la ropa pensativa y con una sensación rara en su boca. Pensó en Draco la mayoría del tiempo, y luego recordó a Harry. A esa altura de la noche haberlo recordado le hizo pensar. ¿Realmente estaba enamorada de Harry? O en primer lugar, ¿Por qué se había enamorado de él? Las respuestas a tales incógnitas se vieron interrumpidas por Draco, quien entró al cuarto en pantaloncillos, y sin camisa, lo que dejaba al descubierto sus bien formados músculos.

-Pensé que ya habías terminado, por eso entré.- contestó Draco sin que Hermione haya hecho pregunta alguna.

-Está bien, no te preocupes.- le respondió Hermione con una débil sonrisa, y entonces ambos ordenaron la cama donde dormirían para acostarse.

La pareja se acostó sin mirarse a la cara, era como si Draco supiera lo que Hermione estaba pensando, y lo confundida que se encontraba con la cita. Hermione se dio vuelta, mirando hacia la ventana, y dándole la espalda a Draco, quien miraba derechamente el techo.

Cuando ya estaba apunto de dormir, Draco la abrazó por atrás y le dio un beso en la mejilla a Hermione, lo que provocó que Hermione se asustara, pero al mismo tiempo emocionara. Draco estaba pegado, literalmente, a ella, y para hacerla dormir, le dijo algo que Hermione recordaba hasta estos días.

-Lamento si te hice daño los años anteriores con mis estupideces. No sabía lo que hacía.

Parecía algo simple, pero para Draco Malfoy, eso era todo un logro, pues Hermione se sorprendía cada vez más de lo sentimental que éste se había puesto, y cómo esto influía en ella.

Pasó un rato más y Hermione se quedó dormida, con una sonrisa confortante en su rostro, mientras que Draco… él solo pensaba si era lo suficientemente fuerte como para ir a una cita falsa, con alguien por la que sentía sentimientos verdaderos. En verdad le hacía pensar…

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